La calle se convierte en escenografía
Es un jueves pospandémico y caluroso en vísperas de la primavera de 2023, llego al barrio a buscar a unos amigos para planear lo que viene en “Las SS”, el brazo armado musical de Ideas como balas. Estamos en la legendaria Colonia Guerrero de la CDMX, donde lo habitual es escuchar Salsa, reguetón y en estos días, corridos tumbados. Lo normal es ver a los policías pasar mirando de reojo a los peatones y a toda la gente que se encuentra en la algarabía local.
Esta ocasión es distinta. Una patrulla está cerrando la calle, pero no se ve despliegue policiaco. Eso sí, hay barullo dentro de la calle, justo enfrente del domicilio a donde voy. Afuera de un edificio de departamentos la gente está acomodando sillas apuntando hacia el asfalto. En la otra acera hay un grupo de jóvenes disfrazados afuera de un coche que está adornado con luces león. A lado están armando unas bocinas y una batería. Aún intrigado entro al estudio donde ya me esperan. Pero la curiosidad no me deja en paz, así que llegando al lugar pido que me dejen mirar por el balcón y veo llegar más gente mientras por las bocinas se escucha: “Segunda llamada” o algo así.
Los bailarines incendian el asfalto
No resisto la tentación de bajar de nuevo y me acerco a la concentración de gente. Cuando lo hago escucho por las bocinas lo que parece ser la señal de inicio del evento. De pronto comienza la música y de la nada comienzan a salir de todas partes, bailarines que toman el asfalto como escenario y el alumbrado público, los autos, los árboles y cualquier recoveco urbano como tramoya.
Alcanzo a contar más de una decena de artistas bailando con vestuarios multicolores que ofrecen su espectáculo a la gente que se encuentra sentada en butacas improvisadas afuera del edificio donde viven. Mientras miro a niños y ancianos sorprendidos, curiosos y divertidos ante el espectáculo de bailarines y saltibanquis que hacen lo suyo en medio de la calle, me pregunto qué es lo que está pasando, así que me dirijo a quien parece coordinar el espectáculo sucediendo en medio del barrio.
Shakespeare reencarna en el barrio
Me acerco, y con un ojo ocupado en el garabato escénico, utilizo el que me sobra para preguntar qué está pasando. La persona encargada me dice que es la puesta en escena de una adaptación de la obra de teatro de Shakesperare “Sueño de una noche de verano”. Que los ejecutantes son parte de “VSS Compañía de Danza”, institución dirigida por Vicente Silva Sanjinés y que el espectáculo forma parte de su gira por la ciudad titulada “Danza en vecindades”. Con esos datos me conformo y continúo observando el espectáculo, pero ya identificando a algunos personajes de la obra: A Oberón, a Puck, a Hermia, A Titania. Sólo que en esta ocasión los veo danzar en medio de la gente del barrio que con regocijo los mira a escasos centímetros disfrutando de Shakespeare en un bosque con postes como árboles de concreto y autos como maleza de hierro.
El regalo de los espectadores
Después de hablar con la gente de “VSS compañía de danza”, también estoy informado que el evento se anunció en las redes sociales de la institución artística, pero que el espectáculo en realidad está diseñado para el público doméstico, ente caso la gente del edificio que hace las veces de aforo para las espectadores que están sentados en sillas plegables, cubetas y cualquier objeto donde se puedan sentar. Son amas de casas, abuelitas, niños, bebés. También hay muchos jóvenes curiosos que desconcertados miran a las bailarinas moverse a ritmo de swing que viene de la batería que están tocando en vivo. Incluso hasta un perro curioso se hizo partícipe del evento. Eso sí, todos concentrados en esta puesta en escena que si bien tiene una locación improvisada, está perfectamente secuenciada en tiempo y espacio por parte de los participantes. Ha llegado mucha gente de las cuadras aledañas que miran el espectáculo desde la entrada de la calle que una patrulla ha cerrado para que no haya interrupciones vehiculares.
Al final de la función
Podría apostar a que la inmensa mayoría de los espectadores se la pasaron bomba. Que los niños durmieron ese día inoculados de belleza y ensoñando sobre que más allá de lo cotidiano que hay en los barrios marginados hay un mundo que está alejado de la violencia y de lo banal de la música que hace apología de la narco forma de vida. Las abuelitas sonrientes tal vez pensaban que aún no estaban olvidadas. Quizá los policías descansaron un poco al hacer un operativo para que unos locos danzaran a media calle y no levantando un muerto o auxiliando una persona asaltada. Los jóvenes contrariados, quiero suponer, comentarán que hay otro tipo de locura suelta por las calles. Pero eso sí. Todos los que asistimos al espectáculo no hemos sido los mismos en estos días.