Las canciones
El reproductor de música se acaba de detener, al fondo sólo se escucha la lluvia que pega en mi ventana. Un relámpago me saca de mi estupor y es que caigo en la cuenta que el tiempo que sonaron las 15 canciones de “El perverso polimorfo” pasó como una brisa que salpica melancolía profunda. Puedo constatar que el disco es de una sola pieza, de los que se escuchan de principio a fin sin que algo esté fuera de lugar en el corpus sónico que nos entrega César Maltrago. No ahondaré en el orden y el título de las canciones, porque este disco no se cuenta, se escucha, se vive, se duele.
El sonido
Desde el primer arpegio guitarrístico de la canción inicial ya se asoma una bruma que lejos de nublarnos las entrañas nos las enjuaga, las friega y las exprime. Aún cuando los últimos tracks son reversiones electrónicas de las mismas canciones del disco, el sonido acústico está presente en todo momento.
En contrapunto con el contrabajo que nos empuja con gravidez al piso lo etéreo del violín y la trompeta nos levanta para volar hacia el horizonte (a los que les gusta escuchar discos completos en la carretera les llegará esta sentencia). La voz de Maltrago nos estruja en algunos momentos, nos acaricia por un lado, pero por otro nos cepilla como lija la piel, pero no por lo rasposo, sino por la mancuerna que hace con lo áspero y desolador en algunas líricas del material.

El origen
En propias palabras del también poeta y cineasta iconoclasta este disco se gestó y nació en la controvertida Iztapalapa. Al igual que esta zona de la CDMX suena marginal, necesitado, a veces desahuciado pero siempre a flote para demostrarnos que lo que “está enfermo aún está vivo”. Para ser “el disco mexicano” de César Máltrago, no podía haber sido de otra forma. De manera natural este material nos remonta a un apocalipsis chilango permeado por la neblina y el dolor asturiano del artista. Para ejemplo está las canciones “Virgen de los harapos” y “Tergal”. Ésta última está cantada en asturiano, el idioma de cuna de Maltrago, pero engloba en gran parte lo que quiero decir en esta reseña.

El registro
Como dije en el apartado anterior el disco vio la luz en el oriente chilango, donde por un tiempo habitó en tiempos difíciles el autor bajo el cobijo solidario de quien produjo este material: Ruin Andrade. El disco nace bajo el sello Editorial Escombros en cuyas instalaciones se grabó el grueso de la música. Si ponen atención a las fotos que ilustran este texto, verán lo que Maltrago incluyó en esta colección de canciones, me refiero a contexto, cómplices, ánimo, geografía y voluntad. Hay que poner atención a los remixes electrónicos que hacen las veces de un lado B de las canciones, que le dan otro tono a las canciones, pero sin sacarnos del universo oscuro y anestésico (para bien) de la música.

La sensación
Debo aclarar que esta ocasión me tomo una licencia de subjetividad en la reseña, pero no para evadir lo obvio de hablar de cómo suenan poética y técnicamente las canciones, sino porque lo hago inmediatamente después de escucharlo.
Sin duda me transporta a los momentos cuando me he refugiado en la música después de una pérdida permanente, cualquiera que sea. Si tuviera que sumarlo a uno de los soundtracks de la vida lo metería en la playlist junto con Cave, Corcobado y por supuesto Arturo Meza. Pero ojo, por las sensaciones que me produce, no por comparaciones estéticas.

La nota al calce
Si quieren saber cosas más técnicas, más públicas, ahí están las imágenes del empaque el disco físico. Si quieren vivir lo que les cuento, escuchen este disco o mejor cómprenlo AQUÍ.
Hace unos meses hablamos con César Maltrago sobre su vida y su obra en general y más a detalle de este nuevo material. Abajo pueden ir a la entrevista en video.